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La humanidad está ante una crisis inédita.

Las imágenes por sí solas parecen inverosímiles. Desde la Plaza de San Pedro, hasta los principales puntos de reunión de Europa están desolados. Ciudades hundidas en un vacío absoluto; fotografías que parecen sacadas de una historia de ciencia ficción.

Y por un momento todas esas imágenes parecen premonitorias, proféticas ante un mundo sumergido en la devastación.

La primera parte de la crisis global es el tema de salud; la pandemia que se extiende de manera exponencial; el virus que se aloja en los objetos por horas, esperando el momento de contagiar otro cuerpo huésped; los enfermos que tratan de sobrevivir en el aislamiento dentro de sus hogares; pero también los otros, lo que no tienen la misma suerte y agonizan ante la mirada de la ciencia médica.

La catástrofe ya está en la mayoría de las ciudades del orbe y se sigue extendiendo. Algunas versiones apuntan a rápidos avances para la creación de un paliativo, pero tardará 18 meses la creación de una vacuna que pueda circular en todo el planeta.

La otra parte del desastre es la economía. Muchas naciones entrarán en una debacle financiera. Sin duda los países en vías de desarrollo serán los más afectados.

Los países industrializados tienen una economía que les permite sostener a sus sociedades en una sana medianía. Pero no sucederá lo mismo en países como México donde gran parte de la población subsiste con sus ingresos diarios; el ahorro es escaso o inexistente.

La gran mayoría de la sociedad mexicana tiene ingresos para la sobrevivencia diaria. Ante el caso de que las ciudades mexicanas se cierren, como sucede en Europa, estaremos un escenario de devastación económica y social nunca antes visto.

La otra parte de México, la élite de los empresarios que se agrupan en los organismos del sector privado saben perfectamente que estamos en el preámbulo de una devaluación que causará estragos en la esfera industrial y que muchas de las pequeñas y medianas empresas pueden desaparecer.

El escenario devastador que se muestra hasta este momento es el de una aguda crisis que habrá de colapsar el raquítico sistema de salud mexicano y la otra parte es una catástrofe económica que golpeará lo mismo a la base social que a los estratos empresariales.

Esta es la perspectiva, los dos escenarios que se vislumbran.

Pero antes del Coronavirus, México ya estaba en un infierno que el gobierno federal pretendía ignorar y soslayar.

Un país hundido en lo que se llama la catástrofe humanitaria, el México Rojo, lo que Edgardo Buscaglia calificó como Estado Fallido y que en Cúpula hemos nombrado el Holocausto Mexicano.

El país de la violencia desbordada en las calles; las masacres a todas horas; los miles y miles de desaparecidos; las madres que buscan los cuerpos de sus hijos en fosas clandestinas.

México ya estaba en un profundo foso y ahora llega una pandemia que habrá de ahogar aún más a la población.

En el caso de la ola desbordada de criminalidad se nos aseguró que habría de funcionar la premisa de ‘Abrazos, no balazos’.

Al día de hoy todavía no existe una línea política para enfrentar la crisis de salud y mucho menos para contener la catástrofe económica.

La realidad es que México está en la indefensión absoluta; no se están tomando medidas de choque, ni acciones drásticas o contundentes.

La mayor crisis de salud en la historia de la humanidad ha sido tomada con total ligereza.

Evidentemente vendrá una profunda transformación. Pero no es la que prometieron en los mítines y actos electorales.

México está bajo tres yugos que habrán de cambiar el rostro de la nación.

Y lamentablemente no vemos una perspectiva promisoria.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com