En el proceso de 2016 Donald Trump utilizó una visita a México para catapultar su candidatura presidencial. En presencia de un reducido, minimizado Peña Nieto, el republicano proclamó su discurso del ‘Muro’ que desbordó un furor xenofóbico entre sus seguidores.
Aquella visita mostró a un líder supremacista que en suelo mexicano advertía con imponer su visión hegemónica. Ante sus huestes esa imagen lo convirtió en una figura omnipotente e idílica.
Hoy, en medio de un proceso que busca su formal destitución como presidente, Trump vuelve a utilizar a México para posicionarse como un líder mundial.
Atrás dejó el discurso racista y despectivo. Ahora se refiere a López Obrador como un ‘gran presidente’, pero detrás esconde un claro intervencionismo militar.
Luego de la desgarradora tragedia de la familia LeBarón los sectores políticos de México han mostrado una enorme mezquindad y al mismo tiempo una aguda miopía.
No han faltado las voces, muchas de ellas de analistas y periodistas, que buscan criminalizar a la familia LeBarón. En estos momentos todos esos juicios quedan arrollados, aplastados por las fotografías de bebés gemelos víctimas de una irracional masacre.
Tratar de criminalizar a la familia LeBarón con argumentos sobre la poligamia y supuestos nexos criminales quedan fuera de la realidad y la sensatez para exhibir patologías enfermizas por parte de esos voceros oficiosos.
En segundo lugar esas mismas voces que pretenden desacreditar a la familia atacada, muestran una grave miopía pues no se han dado cuenta del verdadero calado de la situación.
Luego de la crisis en Culiacán que mostró a un gobierno rebasado por la delincuencia, ahora las imágenes de niños masacrados, han unido a líderes demócratas y republicanos en un solo sentido: están dispuestos a votar por una intervención militar en México.
Mientras tanto el gobierno de López Obrador y sus secretarios no acaban de entender, ni asimilar la magnitud del planteamiento estadunidense.
México está al borde de una intervención militar.
El argumento de que se pretende elevar a los cárteles mexicanos al grado de ‘organizaciones terroristas’ equivale a darles el mismo nivel de peligrosidad que el Estado Islámico o Al Qaeda.
Los capos del crimen organizado ya no irán a tribunales de Nueva York o Los Ángeles; no, de ninguna manera. Ahora lo que les espera es su traslado directo a una celda en la prisión de Guantánamo, junto a terroristas internacionales.
Hasta ahí podemos estar de acuerdo e incluso aplaudir la medida.
El problema es que al mismo tiempo México será visto como un territorio equivalente a Siria o Afganistán. Es decir como un campo de batalla.
Este país nuevamente se convierte en la tabla de salvación de Donald Trump quien no dudará en llevar su ofrecimiento al Capitolio, para reunir el respaldo que le permitirá enviar a los Boinas Verdes y grupos élite de ‘Marines’ a la Sierra de Chihuahua o a la misma ciudad de Culiacán.
El ánimo estadunidense está en la mejor disposición. El Congreso y el Pentágono están dispuestos a entrar en México.
La pasión intervencionista está en su nivel más alto en la historia del México contemporáneo.
La comentocracia apenas se está dando cuenta y nuestros patéticos diputados ni siquiera entienden la dimensión de la coyuntura.
El camino que queda es el mismo que hemos apuntado desde hace un año. El presidente López Obrador (que no entiende la guerra) debe crear un Consejo Consultivo en materia de Seguridad Nacional con 20 expertos, a los que de manera obligada y casi fervorosa deberá escuchar.
Es el camino que tiene, antes de que la escasa estabilidad del país se le siga escurriendo entre los dedos.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com