Lo que está sucediendo en Jalisco es precisamente la primera gran batalla rumbo a la carrera presidencial del año 2024.
Desde hace meses Enrique Alfaro Ramírez se está perfilando a si mismo como la figura que podría enfrentar a Morena en la próxima contienda. Sin duda el gobernador jalisciense tiene buenos expertos en propaganda política.
La gubernatura por si sola no le da un posicionamiento nacional; el hecho de que emane del partido Movimiento Ciudadano tampoco.
Los asesores de Alfaro le recomendaron colocarse como el primer gobernador anti-lopezobradorista, el gran crítico, el antagonista por antonomasia. Esa sería la forma de capturar la inconformidad social que se desprenda del sexenio de Morena.
Movimiento Ciudadano es una marca política débil; nada le dice a millones de mexicanos.
Sin embargo colocarse como el gran detractor y el agudo censor, convertirá a Enrique Alfaro en la figura nacional que podría convocar a todos los grupos contrarios a la administración de AMLO.
Con el paso de los meses y años, incluso los tropas priistas y panistas -que adolecen de liderazgos-, tendrían que considerar a Alfaro como una opción de alianza, como una figura preferible para atajar el avance de Morena.
Posicionarse como el primer adversario de López Obrador podría colocar a Alfaro en un pedestal único e inigualable.
Todo ejercicio de poder conlleva un desgaste forzoso, obligado y el sexenio de Andrés Manuel no es la excepción.
Los graves errores en materia de Seguridad Interior como el fallido operativo contra Ovidio Guzmán; el desabasto de medicamentos en el Sector Salud y recientemente la atropellada y desatinada conducción frente a la pandemia ya están mostrando un acelerado y agudo desgaste en la imagen presidencial.
Los estudios de opinión revelan un declive pronunciado en sus niveles de aceptación y aprobación. Y todo indica que esa tendencia a la baja se habrá de mantener en los próximos meses.
Por eso la estrategia de Alfaro es atinada: capturar la molestia, la indignación social anti-AMLO para utilizarla como una gran catapulta rumbo al 2024.
Solo que se atravesaron los propagandistas y operadores de Morena.
Estamos ante un episodio que tiene muchas similitudes y semejanzas con la estrategia que se aplicó a partir de septiembre de 2014 luego de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
El sexenio de Peña Nieto debe dividirse en dos partes; antes de la noche de Ayotzinapa y después.
Previo a los acontecimientos, el sexenio peñista viajaba en una alfombra persa; gracias a sus acuerdos con partidos de oposición logró sacar avante las llamadas Reformas Estructurales; realmente las críticas contra su sexenio eran menores; Miguel Ángel Osorio Chong realizaba un gran ejercicio de propaganda para aparentar una persecución contra la delincuencia organizada.
Pero luego de los hechos ocurridos en Iguala, todo cambió. El sexenio de Peña Nieto colapsó.
Las marchas por los desaparecidos desembocaron en actos represivos y violentos; luego se dio el escándalo de la casa blanca; la investigación sobre La Estafa Maestra; el derrumbe de la procuraduría peñista; la llegada del Grupos Interdisciplinario de Expertos Internacionales que acusaron una permanente obstaculización; gobernadores acusados de enormes actos de corrupción.
El régimen priista se desmoronó.
Debe recordarse que posterior a la noche de Iguala se realizaron grandes convocatorias que concentraron a miles de jóvenes en las principales ciudades del país.
Con la frase “Fue el Estado” se dictó una sentencia social contra Peña en el imaginario colectivo.
Los artífices de esa gran campaña hicieron de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa los mártires del peñismo.
Y aunque durante ese sexenio hubo miles de desaparecidos en Veracruz, Tamaulipas, Coahuila, Durango, Michoacán, Chihuahua… el movimiento social contrario al PRI solo mantuvo la imagen y los nombres de los 43 normalistas.
Hoy se está aplicando un modelo con muchas coincidencias y semejanzas.
Solo que en lugar de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el emblema es un joven llamado Giovanni López, quien fue detenido y asesinado por policías del municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos.
El responsable directo es el presidente municipal Eduardo Cervantes Aguilar, a quien diferentes voces periodísticas señalan como un peón del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y sobre quien pesan otras acusaciones.
Pero misteriosamente las protestas y las consignas solo se concentran en el gobernador Enrique Alfaro y nunca mencionan al edil de la comunidad.
Como en 2014 la convocatoria es a los jóvenes, en ellos está encontrando un gran eco; como en aquel entonces las manifestaciones sociales fueron reprimidas. Y de manera muy semejante el enfoque inquisidor es eminentemente político.
El estado de Jalisco es cuna de uno de los cárteles más sanguinarios en esta etapa del México violento; sin embargo las protestas no han tocado el punto de las componendas entre agentes políticos y crimen organizado.
Todo se centra en la consigna: “Fuera Alfaro”, como en 2014 “Fue el Estado”.
Los verdaderos propagandistas y operadores nunca aparecen; sus nombres jamás se mencionan, ni siquiera en las columnas más informadas, pero es evidente que estamos ante una nueva guerra de propaganda.
El gobernador busca desafiar al presidente López Obrador en el terreno de la publicidad política y el posicionamiento, pero hoy está encontrando respuesta en el mismo terreno.
Alfaro no cejará en su estrategia de erguirse como el primer detractor del mandatario y a su vez la maquinaria de los estrategas de Morena no lo soltará en los siguientes años.
Aún faltan las elecciones intermedias de 2021 y todavía habrán de aparecer otros alfiles rumbo a la carrera presidencial, pero es claro que el anti-lopezobradorismo será el principal combustible de la carrera.
La pugna por el 2024 ya arrancó y la primera batalla se está librando en las calles de Guadalajara.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com