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El necesario y obligado uso del cubrebocas no ha recibido la atención que merece por parte del gobierno federal.

En los hechos un porcentaje menor al 30 por ciento de la población lo está utilizando.

Lo que sucede en la sociedad mexicana es un desdén, un desprecio por todo aquello que rompa su normalidad.

Si el restaurante, el antro o el centro comercial están cerrados es una especie de “agravio”, casi una “agresión” en contra de algunos sectores sociales.

Los grupos disgustados -lo mismo aquellos que hacen fiestas privadas con Moët & Chandon que otros con un baile sonidero y caguamas-, consideran “fastidiosas” las recomendaciones.

Aún en el escenario actual, con los hospitales a punto del colapso, con el desabasto de medicamentos y tanques de oxígeno, con las decenas de cremaciones diarias y las funerarias al tope de su capacidad de trabajo, hay sectores sociales que no hacen caso de las recomendaciones e incluso las consideran una “ofensa”.

Debe quedar claro que esto no solo ocurre en México, también en Estados Unidos hay enormes grupos sociales que se niegan a atender las más elementales medidas.

Estamos ante una escena de inconsciencia y desprecio social por lo que representa la pandemia.

Es una forma de negar la realidad.

No hay una actitud de solidaridad como sucede en los terremotos; tampoco hay una coordinación de esfuerzos para tratar de salir del hoyo.

La postura principal de algunos bloques empresariales es muy simple: vamos a abrir los negocios, que muera quien tenga que morir y que viva quien pueda lograrlo.

Frente a esa posición el gobierno federal se niega a una confrontación e inventa un “semáforo” que más bien es una válvula para despresurizar la presión de los sectores productivos.

Donde hay mucha molestia empresarial le dan color naranja; solo como un paliativo, una aspirina social, que reduzca un poco el dolor de cabeza que causan las pérdidas económicas. Y por favor esperen un poco, ya faltan unas semanas para que llegue el semáforo en color verde.

Nada más lejos de la realidad.

En las ciudades, ahí donde hay sistemas de medición todas las evidencias muestran un incremento en los casos de contagios y decesos.

Esto no tiene para cuando contenerse.

La única forma que tienen los gobiernos estatales y federal es hacer obligatorio el uso de cubrebocas mediante sanciones económicas tal y como se hizo en varios países europeos para contener los contagios.

Solo así se podrá paliar y atenuar el desastre.

Lo que sucede en regiones rurales y comunidades indígenas debe considerarse un rubro aparte.

Lamentablemente el gobierno federal nunca lanzó una gran campaña en favor del uso del cubrebocas. Si no se hizo en los grandes centros urbanos, mucho menos se pensó en las etnias.

En cientos de poblaciones indígenas, ahí donde no hay clínicas, ni centros de salud, los pobladores están padeciendo los estragos de la pandemia, sin saber de qué se trata.

Por la sencilla razón de que nunca hubo una gran campaña nacional para informar y prevenir a la sociedad y sus grupos étnicos.

México enfrentará varios meses más de brotes y rebrotes.

La única forma de contener esto es con cubrebocas y sanciones que lo hagan obligatorio.

La sociedad mexicana se ha mostrado inconsciente e irresponsable.

La única manera de detener esto es imponiendo al Estado.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com