La noticia fue impactante. Es tal vez uno de los hechos que más ha sacudido a la sociedad en los años recientes. Aún los críticos más incisivos del presidente López Obrador reaccionaron con una profunda preocupación.
El hecho de que AMLO se haya contagiado del virus es motivo de una profunda inquietud nacional. Y es que su salud no es del todo favorable. Desde diciembre de 2013 sufrió un infarto, tiene hipertensión arterial y 67 años de edad. Está en el grupo de personas vulnerables al Covid-19.
Pese a ello seguía recorriendo el país en vuelos comerciales; encabezando actos públicos y reuniones privadas sin las medidas básicas de protección. Las consecuencias se dieron la tarde del domingo 24 de enero.
Pero por encima de todo el hecho evidencia la fragilidad de la política nacional. Pocos gobernantes en la historia reciente han conducido su mandato de una manera tan concentrada en su persona. Aciertos y desaciertos; tinos y pifias, todo se centraliza en la figura presidencial.
Ante una situación de crisis, el país entraría en una vorágine muy delicada. Los grupos de poder al interior del régimen irían a una pugna intestina. En otros tiempos la Secretaría de Gobernación conduciría los hilos de la política nacional, pero en este momento la jurista que despacha en Bucareli nada entiende de esos menesteres.
Las cámaras pese a contar con una clara mayoría partidista no son garantía de equilibrio nacional; al contrario, se podrían convertir en las grandes arenas parlamentarias. La confrontación que se ha generado con un bloque de gobernadores de oposición también provocaría choques y discrepancias.
Tenemos un presidente fuerte, pero un sistema débil.
A nadie conviene que la salud de López Obrador se complique porque el escenario nacional sería caótico, anárquico.
Por supuesto después se podría equilibrar, pero los meses de desorden serían muy costosos para el país, en todos los sentidos.
Por lo que respecta a la virulencia, la agresividad y el escarnio de una corriente de usuarios en las redes sociales, se demuestra que la popularidad del presidente no es generalizada. De ninguna manera tiene el consenso nacional que tuvo el General Cárdenas.
El encono de una corriente social también debe entenderse, porque tiene sus razones y motivos.
Durante los últimos dos años el discurso presidencial se cimentó en la polarización social: nosotros versus ustedes; los nacionalistas contra los ‘fifis’; la obediencia ciega frente a los reaccionarios.
Es decir, quien no está conmigo está contra mi.
La polarización es una zanja que todos los días se fue construyendo desde las conferencias matutinas. Y aquí en Cúpula claramente lo anticipamos: a nada positivo llevará esa división exacerbada. Nunca se alentó la unidad nacional; jamás se exhortó a unir a los mexicanos; al contrario, se incitó a la confrontación y la discrepancia. Lo que presenciamos la tarde del domingo 24 fue la reacción de una corriente social a esa polarización.
Dulcería poblana.
Partidos políticos atraviesan por la peor crisis.
Lo que estamos presenciando es la involución de la política. Un retroceso deleznable. Todos los partidos políticos están cayendo en las peores prácticas.
En el PAN Genoveva Huerta Villegas juega a ser una pequeña versión de Eukid Castañón imponiendo y designando por encima del sentir de las militancias regionales. Ya incendió San Andrés Cholula y varias regiones están en la misma ruta de levantarse contra la dirigente de sangre morenovallista.
En el PRI Néstor Camarillo e Isabel Merlo Talavera están entregando candidaturas como si estuvieran en el tianguis de San Martín Texmelucan. Desde hace meses se sabía que eran los menos indicados para dirigir al tricolor. Por todo el estado van colocando candidaturas que salen de negociaciones que se hicieron en el escritorio o mejor dicho debajo del mismo. Como si el ex partidazo estuviera en condiciones de mercadear posiciones. Solamente llevarán al PRI a su cremación final.
Morena Puebla es una cena de negros; es una pugna de todos contra todos. La reunión que realizaron ayer domingo 24 fue la clara demostración del canibalismo. Una guerra intestina en la que cada quien jala por su lado. Cada uno trae su propio juego bajo el brazo; Mario Bracamonte González, Carlos Evangelista Aniceto y Edgar Garmendia de los Santos quieren llevar agua a su molino en un partido que solamente existe en papel membretado, porque en el interior del estado solo unos cuantos comités municipales están verdadera y estatutariamente constituidos.
De estos mazacotes de partidos saldrán los próximos presidentes municipales y diputados. Es casi imposible que de ese contexto pueda emanar una clase gobernante decorosa.
Seguiremos viendo hampones en las presidencias municipales; figuras dispuestas a saquear las arcas para recuperarse de lo que pagaron por la candidatura; también veremos diputados coludidos con delincuentes.
Puebla en el 2021 es una representación de la involución de la política.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com