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El pasado 3 de mayo la Fiscalía General de la República (FGR) dio a conocer los resultados de tres cateos realizados en San Andrés Cholula. En los operativos fueron encontrados drones, teléfonos celulares, decenas de tarjetas SIM, equipos de radiocomunicación y electrónica.

El hecho alarmante es que también fueron encontrados unos paquetes en forma de huevo, conocidos como “crisantemos” y que contenían el explosivo plástico C4. Basta con tan solo veinte gramos del referido compuesto para destrozar una camioneta Suburban; un portafolios lleno del explosivo C4 puede volar un edificio.

A ese grado llegó la criminalidad en Puebla; al nivel de tener explosivos propios de terroristas islámicos.

Quienes urdieron ese plan copiaron los hechos de agosto de 2018 en Caracas Venezuela cuando grupos subversivos lanzaron drones con explosivos contra el palco de Nicolás Maduro. El atentado falló, pero el ejempló quedó y en Puebla alguien quiso calcar el método.

Tres domicilios de San Andrés Cholula fueron cateados; se recogieron huellas digitales; se revisó la información de decenas de celulares y tarjetas SIM, pero la dependencia jamás explicó el porqué y el para qué.

La FGR nunca aclaró quién fue el autor intelectual de esos “crisantemos” llenos de explosivo C4; tampoco supimos quiénes fueron los operadores, los técnicos que armaron los envoltorios y prepararon los drones para convertirlos en cargas explosivas de enorme impacto.

Pero sobre todo jamás se aclaró contra quién o contra qué objetivos iban a dirigirse esas explosiones.

Desafortunadamente el tema quedó en el aire.

Pasemos a otro asunto.

En días recientes circuló un audio en el que Eukid Castañón da instrucciones para operar alguna estrategia de desestabilización en el sur de Puebla.

Los audios que se filtraron dejan entrever la clara intención de crear un clima de violencia que pueda desestabilizar al estado, como una “consecuencia” por su aprehensión.

Esto tiene el nombre jurídico de “Terrorismo”, establecido en el artículo 139 del Código Penal Federal y tipificado en la legislación local en el artículo 160, así como la “Conspiración” en el artículo 166 del Código Penal de Puebla.

Estamos hablando de hechos que pueden representar una amenaza latente para civiles, ajenos a los litigios que se siguen.

La Fiscalía General del Estado a cargo del Doctor Higuera Bernal tiene la encomienda de llegar hasta sus últimas consecuencias en esta investigación.

No es posible que se instale una era de Terrorismo en la entidad solo como parte de una venganza política.

Dulcería poblana.

Puebla carente de políticas de Protección Civil.

Estos son algunos datos sobre siniestros naturales en la entidad.

La historia tiene un registro de erupciones del Popocatépetl desde el año 1354, durante el esplendor de las culturas prehispánicas. En la era contemporánea, el volcán reinició actividad en diciembre de 1994.

La madrugada del 28 de agosto de 1973 un terremoto sacudió la región del Citlaltépetl, conocido como Pico de Orizaba. Ese año el sismológico nacional no tenía la tecnología para determinar con precisión el epicentro o la magnitud. Versiones apuntaron que el fuerte sismo se originó en Ciudad Serdán en tanto que otras afirman que fue en Orizaba. Fuentes norteamericanas concluyeron que el movimiento telúrico fue de 8.5 grados. En la región de Ciudad Serdán los daños fueron devastadores.

El 15 de junio de 1999 se registró un fuerte sismo con epicentro en Zapotitlán Salinas, Puebla. Los expertos lo nombraron “el temblor Tehuacán”. El movimiento causó severos daños en la Angelópolis y colapsó inmuebles coloniales e históricos en toda la zona sur de la entidad.

El 19 de septiembre de 2017 se registró un sismo de 7.1 grados; el Servicio Geológico de los Estados Unidos afirmó que el epicentro fue en San Felipe Ayutla, Puebla, en plena mixteca. Los daños se observan hasta la fecha.

El sismo del 23 de junio fue de 7.5 grados Richter, uno de los más fuertes de las últimas décadas y las réplicas sobrepasan el número de mil 500.

Estamos ante una sismicidad inusual y atípica.

Estos hechos por sí solos nos hablan de la extrema necesidad de una cultura de la Protección Civil. Una materia que debe impartirse a los infantes desde la primaria y que más adelante debe aplicarse en carreras técnicas y especialidades para profesionistas. Médicos, arquitectos, ingenieros, especializados en Protección Civil y métodos ante desastres naturales.

Asimismo deberíamos contar con funcionarios de carrera. Personas que conozcan los protocolos de previsión y de reacción; servidores públicos especializados durante toda una vida.

Empero nada de eso ocurre. En todo el país y en Puebla hay una carencia total y absoluta de políticas de protección civil.

Este breve repaso nos recuerda que estamos en una zona de alta actividad volcánica y sísmica. Pero tal parece que no acabamos de entenderlo.

Y mientras la política y la sociedad no lo asimilen, los siniestros naturales seguirán causando tragedias humanas.

Lamentable.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com