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Cada año la efervescencia social, la indignación nacional vuelven a expresarse. El 2 de octubre se ha convertido en una fecha emblemática, toral en la historia del México contemporáneo.

Sin embargo debe señalarse que después de aquella masacre el PRI todavía pudo sobrevivir 30 años en el poder presidencial. Los sexenios de Luis Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto fueron la demostración de la capacidad de sobrevivencia del dinosaurio tricolor.

Evidentemente el 68 representa un episodio del autoritarismo criminal y una aguda descomposición política. Pero el PRI siguió coleteando durante 30 años más. Incluso después de la ‘Docena Trágica’, los doce años perdidos de Vicente Fox y Felipe Calderón el tricolor pudo volver a Los Pinos.

Realmente la fecha desastrosa, la que causó la gran fractura política y que marcó la inexorable muerte del priismo fue el año de 1994.
Y en específico el magnicidio de Luis Donaldo Colosio fue el punto sin retorno. A partir de ahí la ‘nomenklatura’ tradicional se fractura, rompe con el neoliberalismo imperante y abre paso a una nueva era. Se buscan nuevos canales de participación y paulatinamente dejan que el priismo se vacíe a sí mismo.

El sexenio de Peña Nieto fue la representación de la muerte de la política. Ya no había interés por mantener la conducción nacional, desapareció la vocación por conservar la preeminencia, se dio un vacío de poder y una evidente ingobernabilidad. En síntesis ya no había oficio político.

Todo fue un pragmatismo voraz, expresado a través de una salvaje corrupción y el desprecio por la sociedad.

Visto a la perspectiva de los últimos años, el peñismo fue la continuación de aquel régimen que orquestó el crimen de Estado de Lomas Taurinas. La expresión elocuente de la criminalidad política.

El 68 siempre representará aquel primer gran agravio nacional; luego vendrían los años de la guerrilla y la guerra sucia. Pero en el imaginario colectivo la matanza en la Plaza de las Tres Culturas seguirá siendo la herida que cada año se abre y deja escurrir ese líquido hemático que son las marchas y las protestas.

Pero el año de 1994 fue la verdadera fractura ósea del priismo, el rompimiento de la estructura. La que lo dejó en un estado de postración del que todavía pudo levantarse con las muletas de la televisión durante el sexenio de Peña Nieto. Pero en realidad el tricolor ya estaba herido de muerte.

En estas fechas recordamos el 2 de octubre, pero la sociedad debe reconocer que poco, muy poco se ha avanzado en 51 años de vida nacional.

Hoy en la conferencia mañanera nos dicen que: ‘Nunca más una represión en México, nunca más un 68’.

Pero mientras no se procese a los políticos responsables de crímenes de Lesa Humanidad; mientras no se persiga a los culpables de miles de asesinatos y desapariciones; mientras no lleven ante la Corte Penal Internacional de La Haya a quienes permitieron esas masacres infames, todo lo demás quedará como un acto de demagogia.

De lamentable demagogia.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com