Es algo que los rebasa; que está por encima de todos ellos.
Ni la familia de Agualeguas, ni el matrimonio Calderón Zavala y tampoco el Grupo Atlacomulco se pueden comparar con el paradigma ideológico que representan.
Todos ellos, los Salinas, los Calderón, los Carstens, los Peña Nieto, Videgaray, Nuño solo son piezas, peones de una misma estrategia que se dirige y opera desde Washington.
Esa política se llama neoliberalismo. El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ se refiere a esta corriente como “el paradigma tecnocrático”; los grandes poderes financieros globales que tienen maniatado al ejercicio de la política.
Los mexicanos están luchando empecinada, ferozmente contra esa política dictada desde el imperio; pero no saben, no se dan cuenta que es el mismo monstruo de cien cabezas.
Nuestros compatriotas no son del todo conscientes que desde distintas trincheras, desde diferentes tribunas se enfrentan al mismo enemigo.
Es el mismo monstruo para los pilotos y aeromozas que salen del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México exigiendo que no se abran los cielos nacionales a las compañías extranjeras; igual que para los médicos y enfermeras quienes ven cómo se esta menguando, menoscabando el aparato de salud pública y la seguridad social; y lo mismo representa para los miles y miles de extrabajadores de Pemex que fueron despedidos y hoy deambulan en las calles de Veracruz, Tabasco o Campeche buscando un empleo.
Ninguno de esos grupos laborales tiene la cohesión, la organización, ni la beligerancia de los maestros de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (CNTE). Por eso no se dieron estas explosiones sociales hasta ahora.
Evidentemente muchos de estos maestros no saben con certeza qué representa el neoliberalismo; tendencia que en México esta claramente representado por un neo-salinismo descarnado y salvaje. Algunos de estos docentes solo van por la defensa de la plaza, de las horas y el salario.
Pero los menos saben perfectamente a qué se están enfrentando. Las tesis del régimen peñista nunca van a reconocer en público que la llamada “Reforma Educativa” tiene como gran propósito la desaparición de la educación y la universidad públicas. Por supuesto, esto es imposibles en este momento. Pero el neoliberalismo está dispuesto a esperar uno o dos sexenios.
A largo plazo es lo que pretende la “Reforma Educativa”: desaparecer desde el libro de texto gratuito, hasta todo el sistema nacional de universidades públicas; UNAM, IPN, UAM y un largo y doloroso etcétera.
Nunca debe perderse de vista que el neoliberalismo es la tesis central de los últimos gobiernos.
Es un poder suprasexenal. Arrancó con Miguel de la Madrid, se ejecutó de manera impecable con Carlos Salinas de Gortari quien entregó la telefonía creando uno de los mayores capitales del planeta; desmembró la banca mexicana para entregarla a los poderes financieros globales y sentó las bases del Tratado de Libre Comercio para lo que vendría.
Ernesto Zedillo otro fiel lacayo y peón del neoliberalismo continuó con la labor de entregar el patrimonio nacional.
Vinieron los doce años del juego de la alternancia partidista; luego de los cuales quedó en claro que los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón en poco o nada sirvieron a los grandes consorcios internacionales. Para los gigantes financieros los panistas no fueron útiles, ni como peones.
Por eso regresó el PRI con su candidato de telenovela; un figurín, una envoltura, un empaque atractivo para los grandes sectores del electorado, aunque por dentro estuviera hueco.
El cachorro del Grupo Atlacomulco solo fue el gran parapeto para el retorno implacable de las políticas neoliberales que están desmantelando, -repetimos-, desmantelando al Estado Mexicano. En todos estos sexenios entregaron la banca, la telefonía, el petróleo, la electricidad, la minería, todos los recursos naturales que puedan ser factibles de generar energía. Despedazaron la moneda nacional.
Y en el ámbito laboral degradaron a médicos, enfermeras y profesionales de la salud; a los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro; a los obreros de Pemex, lo mismo que a los pilotos y aeromozas.
Para la implementación de las políticas neoliberales un sexenio es insuficiente, es apenas un escalón en la pirámide que pretende aplastar al pueblo mexicano.
En estos momentos es claro que el candidato del PRI a la presidencia de la República será Aurelio Nuño Mayer el llamado “Príncipe”; por supuesto, claro que sí, el príncipe del neoliberalismo mexicano.
Ya no queda otro cuadro que pueda contender. En tan solo un breve lapso de 48 horas el régimen de Peña Nieto perdió a sus dos operadores políticos. Miguel Ángel Osorio Chong ya perdió el control de la gobernanza nacional. Nochixtlán fue el Waterloo del Secretario de Gobernación quien en este momento está completamente rebasado por la ebullición social que vive el país. México, en este instante, es lo más cercano que se ha visto a una olla exprés.
El otro cirujano político que prefirió bajarse del autobús del desastre fue Manlio Fabio Beltrones. Con estas dos pérdidas Peña Nieto se queda sin operadores para lo que resta de su gobierno. Es una fiel fotografía de la catástrofe que representa este sexenio.
La dictadura del neoliberalismo está ahí, esperando al alfil que la puede representar un periodo más. Y Aurelio Nuño se revela como la gran oportunidad.
Esta tesis, recalcamos, está por encima de toda la clase gobernante; por encima de la familia de Agualeguas o del Grupo Atlacomulco. Para el imperio usar al PRI o al PAN es exactamente lo mismo que escoger entre una Coca Cola o una Pepsi.
Por eso la importancia histórica de la lucha que presenciamos. La lucha de esos “vándalos”, “pandilleros”, “anarquistas” como son llamados los maestros constituye la pequeña chispa que puede incendiar al país. De hecho lo está haciendo.
Estamos ante el inicio de una gran revolución de la conciencia mexicana que puede detener esta política entreguista y destructora.
Esperemos y deseemos que sea una gran oportunidad.
Que sea para bien de México.
Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com