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Las elecciones del pasado 6 de junio reflejaron que hay una clara supremacía de Morena en todo el país; las gubernaturas obtenidas serán una sólida plataforma para el candidato de 2024.

También fue evidente que el natural desgaste en la figura del presidente López Obrador se centra en la Ciudad de México; la polarización social que ha sembrado y que todos los días alimenta ya muestra lógicos y magros resultados en la urbe.

Las clases medias capitalinas votaron en contra del proyecto de Morena y el mandatario les devuelve la mueca, un gesto de rechazo, en una relación de recíproco desprecio que tarde o temprano habrá de menguar la imagen histórica del tabasqueño.

Polarizar, dividir y fracturar a una sociedad es una receta lamentable. Los grandes estadistas, los personajes que pasan a la historia siempre convocaron a la unidad nacional.

Pese a ello el presidente mantiene un firme liderazgo, mismo que muestra una ruta sin obstáculos rumbo al 2024.

Estamos en los años de la hegemonía morenista.

El fenómeno López Obrador se debe entender como una de las jefaturas políticas que surgen cada 30 o 40 años en una nación.

Comparable a las olas sociales que es su momento encabezaron Juan Domingo Perón en Argentina; Salvador Allende en Chile; Lula da Silva en Brasil. Son líderes que surgen cada tres o cuatro décadas.

Los adversarios y detractores de AMLO no lo pueden aceptar, ni digerir; pero ante los grandes grupos sociales el presidente mantiene un fuerte liderazgo popular.

En algunos sectores la votación deja de lado todo argumento o raciocinio y se convierte en un acto de fe y fanatismo.

En contrario sensu los partidos políticos que pretenden enfrentarlo adolecen de cabezas y guías.

En estos momentos el panismo no tiene a un Ernesto Ruffo, a un Pancho Barrio Terrazas; vaya, ni siquiera pueden imaginar con otro Manuel de Jesús “Maquio” Clouthier Rincón.

En el PRI nada queda de aquellos legendarios liderazgos. En el horizonte no se ve que pueda surgir un jefe político de la estatura de Cárdenas, de Alemán Valdés, tampoco un Luis Donaldo Colosio. Ni remotamente tienen a alguien que se puede semejar a Don Jesús Reyes Heroles.

Hoy su ejemplo de guía es Alejandro Moreno Cárdenas “Alito”.

La oposición que busca desafiar a López Obrador, el PRI, PAN y PRD son el emblema de la decadencia política; adolecen de ideología; están vacíos de principios; es una coalición pragmática y banal.

Quieren mezclar el agua con el aceite para presentarlo como un menjurje curativo; la panacea frente a todos los males de la nación. Pero nadie les cree.

Y ahí tienen los resultados; PRI y PAN son los grandes perdedores.

La ideología es el pilar de la política.

La política sin principios solo es pragmatismo; ganar elecciones para hacer negocios; con la plataforma que sea; con un equipo sin convicciones; basta con que sean “leales”, aunque no tengan ni la más remota idea de las áreas que les asignan…

Sí, poco a poco Morena se comienza a parecer a sus enemigos.

Por sus errores el partido obradorista tarde o temprano perderá su hegemonía. Pero no será en 2024.

Hoy la oposición no tiene liderazgos; carece de cuadros para ir a la batalla.

Es un ejército de muchos generales, pero sin estrategas.

Como siempre quedo a sus órdenes en cupula99@yahoo.com