El escenario es semejante al de 2006. Ese año todas las encuestas y sondeos reflejaban la supremacía de Andrés Manuel. El panista Felipe Calderón se colocaba en segunda posición pero a 15 puntos de distancia. En tercer lugar, muy relegado, estaba el priista Roberto Madrazo Pintado. En las semanas previas a la contienda del 2006 el triunfo de AMLO parecía inminente. Tal como sucede en estos días.
La ‘nomenklatura’ priista encabezada por los gobernadores Fidel Herrera Beltrán de Veracruz, Ulises Ruíz de Oaxaca, José Reyes Baeza de Chihuahua, Eugenio Hernández de Tamaulipas, Mario Marín de Puebla, entre otros, miraban con estupor el crecimiento incontenible de López Obrador.
En eso estaban cuando entró la llamada de la maestra Elba Esther Gordillo, quien desde entonces mostró la peligrosidad que tiene con un teléfono en la mano. Tal vez por eso ahora le han prohibido utilizar cualquier artefacto de ese tipo.
El planteamiento de la maestra fue muy sencillo: ‘Hay que abandonar a Madrazo, dejarlo morir solo, porque ya nada se puede hacer… lo que si podemos hacer es salvar al barco haciendo una alianza con Calderón y de esta manera detener a López Obrador’.
A cambio estaría la palabra del panista de jamás molestar a un gobernador o exgobernador priista. Es decir pedía su apoyo a cambio de un gran pacto de impunidad.
La historia es del conocimiento nacional. Calderón llega a la presidencia ‘Haiga sido como haiga sido’, en uno de los procesos electorales más desaseados y turbios en la historia contemporánea de México. López Obrador entra en una crisis y dirige un atropellado, desatinado conflicto postelectoral.
Calderón urgido de legitimidad y credibilidad desata una guerra fallida contra el crimen organizado, sin jamás tocar a los gobernadores con los que suscribió aquel pacto de impunidad.
En ese periodo se consolidó el término PRIAN, la alianza de facto, de intereses comunes y valores entendidos entre el tricolor y el albiazul.
Repetimos, la historia es muy semejante a la que estamos presenciando en éste 2018. Con una diferencia radical, cerval. En este proceso electoral el candidato del PAN ha colocado minas explosivas en el puente que pudo tender con el PRI.
Ricardo Anaya no busca un segundo episodio del 2006; tampoco quiere una alianza de terciopelo. Lo que pretende el candidato del ‘Frente’ es someter, doblegar al priismo peñista a aceptar un acuerdo sin compromisos.
Desde hace meses se apuntó que Anaya deliberadamente estaba provocando al presidente de la República.
Basta recordar aquella arenga del 11 de febrero en Coatzacoalcos: ‘Desde aquí les decimos que allá en Los Pinos vayan preparando sus maletas, sus días están contados. Desde el sur de Veracruz, desde Coatzacoalcos, les decimos… ¡fuera, fuera, fuera!’.
La expresión fue tomada por Peña Nieto como un agravio, un insulto a su familia.
El 5 de marzo Anaya declaró que metería a Peña a prisión si se comprueba corrupción y agregó: ‘Por supuesto que sí. Ya estuvo bueno de que haya intocables en nuestro país, aquí el que la haya hecho la tendrá que pagar, y esto incluye al presidente de la República, Enrique Peña Nieto’.
La noche del pasado domingo 20 de mayo, en el contexto del debate presidencial, el candidato albiazul sacó una fotografía de Peña Nieto tendiendo la mano a Donald Trump. Esa fue una patada a las partes bajas del huésped de Los Pinos. José Antonio Meade respondió en el cruce más álgido y acalorado del encuentro.
Estas son tan solo tres minas que Anaya ha colocado en el hipotético puente que podría tender con el priismo peñista.
De hecho Ricardo quemó las naves de una alianza con el PRIAN.
En este momento el principal interesado en que no se consume un acuerdo es el mismo Peña Nieto. Y todo indica que Meade irá solo hasta el final.
Anaya sabe que solo un amarre con el priismo puede consolidar un bloque antilopezobradorista. Pero con sus desplantes demuestra que no está dispuesto a negociar, a ceder, a pactar por debajo de la mesa.
El queretano quiere que el PRI se someta, se doblegue ante su ventaja, sin comprometer algo a cambio. La apuesta del panista es en extremo desafiante, temeraria.
El segundo debate presidencial sigue siendo una pelea por subyugar al priismo peñista. Pero aún faltan semanas para saber si lo logra.
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@ColumnaCupula